martes, 26 de junio de 2012

Día 13 de Enero 2015. La Gran Sorpresa.




Laura se encontraba muy alterada. Sofía, su mejor amiga entre risas y con una copa de más, le había entregado un regalo. En su regazo descansaba un sobre abierto. Hacía sólo unos escasos minutos que había leído su abrumador contenido. Más que un regalo era toda una sorpresa. Ahora sólo quedaba esperar a que llamaran al timbre. Con razón le había dicho la noche anterior que se vistiera con sus mejores galas. No podía hacerlo. Con celeridad cogió su bolso con la intención de irse y en ese instante el “ding - dong” de la puerta sonó. ˂˂Tierra trágame˃˃, pensó paralizada. Tomó aire varias veces y con decisión abrió.

   Y allí estaba él. Alto, moreno, de arrebatadora mirada. Dispuesto a realizar los servicios estipulados en su contrato. Alzó la mano y saludó con un leve gesto, seguidamente entró y cerró la puerta tras de sí.

    La cara de Laura se puso roja como una amapola.  Temblaban como la gelatina. Se sentó y con la mirada perdida en un punto impreciso del espacio fue divisando con el rabillo del ojo como él se quitaba con elegancia parte de su ropa.

 — Señorita, dime lo que deseas.

Su voz era profunda, muy masculina. Laura alzó la cabeza y sin mirarlo dijo:

— Creo que ha sido una equivocación. Ahora mismo llamo a Sofía…

Los endemoniados nervios hicieron que al coger el móvil este se cayera estrepitosamente sobre la alfombra, justo bajos los pies del gigoló.

Mientras él lo recogía. A Laura se le saltaron las lágrimas. No podía acostarse con un desconocido, aunque la amarga soledad de la viudez la consumiera por dentro.

  Él se acercó y con mucha suavidad acariciando el dorso de sus trémulas manos, introdujo el móvil entre las mismas.

— ¿No me recuerdas verdad?

Estaban cara a cara. Al observa la profundidad verdosa de sus pupilas supo que lo conocía, pero, ¿quién demonios era?

— Esto si que es decepcionante —. Dijo él resoplando mientras se incorporaba. — Le diré a Sofía que lo he intentado.

—Yo…—. Laura enmudeció intentando recordar.

Comenzó a retirar su ropa que estaba esparcida por el suelo. Sólo tenía el torso desnudo. Hasta que lo vio, el nudo celta del amor tatuado sobre la parte posterior de su hombro derecho. El mismo que ella tenía tatuado en una de sus caderas.

 Se levantó y se acercó a él. Su corazón palpitaba queriendo salir por la garganta. Situado de medio lado a ella, sólo pudo hacer un gesto que lo detendría. Con suavidad besó el tatuaje como antaño.

Él se giró frente a ella, sabiendo que lo había reconocido.

— Bésame —, dijo Laura en un suspiro.

Con un fuerte apretón la estrechó entre sus brazos. Se aferraba a él como si fuera su salvavidas. Jamás olvidó la promesa que le hizo y ahora la estaba cumpliendo. Le prometió que si ambos se quedaban solos, volverían a reencontrarse.

Se besaron apasionadamente, confirmando que el primer amor nunca se olvida.



© LOLA SÁNCHEZ









 




2 comentarios:

  1. Ay, pero si es preeeeeeeeeecioso. Me ha gustado muchísisisisiisisisisisismo. Lo malo es que quiero leer más jajajajajaja.

    Besitos, saltamontes.

    muacks

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  2. Me alegro que te guste, lo de saltamontes es nuestro secreto, ya que algo escribiré sobre el temita, asi que secreto, secreto brujilla. Este relatito lo envié a Castillos en el Aire y me lo publicaron en su blog. Poco a poco mili.

    Besacos gordos.

    Tu pili.

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