miércoles, 19 de agosto de 2015

BAJO LOS RAYOS DE SELENE


BAJO LOS RAYOS DE SELENE 

Aquella noche a pesar de ser de agosto, era fría como las primeras de otoño. De nuevo ella miró a la incipiente luna llena, cerró los ojos y su sombra emergió reclamándola como suya. Su alma le respondió besándolo con pasión. Sólo ellos podían comunicarse bajos los rayos de Selene. 
Cada plenilunio ella lloraba, ya que al mirar a la luna podía verlo en la distancia. Y se desnudó como siempre para él, acudió como un lobo encelo, atraído por su dulce aroma. Bajo los colores del mundo onírico, por milésima vez se amaron, como siempre y como nunca, pues cada encuentro superaba el anterior como una enorme escalada de cumbres volcánicas en erupción. En ese baño de luz plateada él podía beber de su vientre creciente, mientras ella enredaba sus manos por su fino y moreno cabello. Sediento, él bebía sus húmedos pliegues y ella explotaba en sus labios, para luego volverla a besar mezclando su propio sabor en su boca. Se fundieron como el magma a base de un vaivén imparable, sublime y lleno de energía primigenia. Fuego extremo oculto en las almas de ambos desde los tiempos más remotos, liberado ahora hasta llegar al éxtasis más profundo del universo.
Despertó, temblorosa, con un grito de culminación. Y sintió la gélida noche de finales de verano como la azotaba con crueldad, y sus lágrimas volvieron a brotar, observando a la dama blanca rodeada de un mar de estrellas. Lo extrañaba cada día más y a la vez sabía que seguían conectados, viviendo juntos en otros planos de la existencia. 



© LOLA SÁNCHEZ

lunes, 10 de agosto de 2015

MANOS


MANOS

Manos cálidas, dedos finos como líneas rectas, pequeños lazos entre arrugadas pieles, una tersa y otra anciana, en medio la piel de mediana edad. Alicia recordaba, como viejas instantáneas en su mente. Sus dedos bajo la fuerza de su madre y de su padre. La suavidad y aspereza de su abuelo entre falanges encalladas del duro trabajo del campo. Las manos de sus compañeros de clase, esas que tras cantos y palmadas volaban con juegos de fantasía. Manos de su primer amor de verano, y del que robó su corazón, ese que acaricia con manos de pasión y deseo. La calidez de los amantes bajo la luna llena, miles de manos que enlazadas forman un todo. La fuerza de las manos de su alma gemela, de su familia del alma, sanadores del corazón. Ahora ella sostenía la manita de su retoño, que se aferraba a la vida como un guerrero en evolución. Ella lo abrazaba posando sus enormes palmas en su diminuta espalda para darle sus primeras alas de libertad y de amor incondicional.





© LOLA SÁNCHEZ

El CHAMAN.



 EL CHAMAN

Y sus lágrimas brotaron como un manantial sobre aquel abrazo de un desconocido que en esencia era un igual a ella. Se sentía perdida, y herida en su corazón, las palabras de él la habían desgarrado por dentro y un grito de dolor iba creciendo desde adentro hacia fuera, vómito oscuro de decepción, de rabia, de frustración, de pena infinita. Hay heridas que se quedan como un tajo abierto y cicatrices que nunca podrán ser cerradas. Su sanador la aferraba con fuerza y determinación, y le iba sacando poco a poco toda esa tristeza, todo ese malestar que la ahogaba hasta desfallecer, ella sólo deseaba morir, pero él la abrazaba cada vez con mayor firmeza sin dejarla caer. Entonces, el grito salió como una bandada de hienas en mitad de la sabana, un estallido oscuro y frío se expandió en el  sofocante aire como una cascada de demonios asesinos que se evaporaban bajo la luz cegadora de la sanación. El chaman a través de ese gran abrazo donde ambos corazones se unieron hizo que todo bloqueo energético se desvaneciera. Su abrazo se suavizó y la fue acunando como a una niña, y con suma dulzura y delicadeza ella se durmió entre sus brazos.




© LOLA SÁNCHEZ