Esta
mañana he cogido el teléfono y la he llamado. El tono de su voz retornaba a la
normalidad y quedamos en la plaza del pueblo. El frío me calaba hasta los
huesos la volví a llamar para ver si estaba de camino, andaba en medio de la
Calle Nueva, así que fui a su encuentro.
El aire desagradable y gélido nos llevó hasta
mi casa. Le ofrecí una infusión. Y mientras se la preparaba mis palabras se centraron
en el viaje del pasado fin de semana, comentándole nuestro encuentro en Madrid.
Me miraba y me sonreía por las anécdotas que nos pasaron. Una vez sentadas ante
la mesa con el aroma de té y manzanilla en el aire, saqué el libro de su
envoltorio y se lo ofrecí indicándole que era un regalo muy especial y que tú
se lo habías dedicado. Leyó muy atentamente la dedicatoria y luego miró la
contraportada para ver tu fotografía. Me preguntó que cuándo y dónde nos
conocimos y le hice un breve balance, desde aquel año de crisis profunda que
nos unió, pasando por lo de nuestro padre, y concluyendo con lo de tu tía…
Abrió el libro y leyó el primer párrafo y comenzó a reír… Lo mejor fue lo que
me dijo: Tengo
ganas de vivir…
Cuando
la tristeza anida en el corazón, debido a las profundas heridas producidas por el
pasado, el mejor remedio para comenzar a sanarse es la risa.
Ahora
sé que ha sido todo un acierto haber seguido mi intuición, que me decía que le
regalara “Adoro a Mauro” de Yolanda Quiralte. Gracias a este presente mi
hermana volverá a ser ella.
Muchas
gracias querida Mili.