miércoles, 8 de agosto de 2018

LA ALARMA


La alarma siempre suena,
y en las pasadas noches
su sonido me llevó
de nuevo a ti.
Entre la dormivela,
más allá de los minutos 
y segundos del reloj.
Viajando sin cesar por el mundo astral,
sentí tus lágrimas caer, 
escuché tu tristeza florecer 
bajo tus pies.
Rosas negras y rojas 
para un duelo en silencio.
Y te susurré al oído...
No hay adioses,
solo hasta pronto,
un hasta luego para unirnos
en el divino fuego.
Nuestro hogar está tan cerca...
Y lo percibimos muy lejos, 
como luces distantes 
en una mortecina noche.
Ignoramos la magnitud
de los multiversos y su 
vínculo con nuestra consciencia.
En apariencias somos únicos
e individuales,
en esencia somos la misma energía.
Creemos que lo que ocurre
en el otro lado del mundo no
nos afecta,
que el dolor ajeno no es nuestro,
que la sonrisa de los niños
no nos libera,
y en realidad estamos conectados
por lazos de amor eterno.
Cuanto más rechazamos
lo que odiamos
mas poder le damos,
y sin darnos cuenta,
creamos una perpetua
resistencia.
Te vislumbré abrazado a ella,
y me alegré
de que por fin comprendieras.
Mis pasos nocturnos siguen
visitando el templo,
y es allí, 
entre la llama violeta,
siempre te encuentro.
Aunque tu limitada mente 
no lo crea,
en tus peores momentos
siempre tendrás mi presencia 
y mi aliento.
Toda separación es un pestañeo,
una brizna de la verde pradera
alzada por el juguetón viento.
Y todo lo que alguna vez amamos
regresa a su debido momento.
Las manos de tu madre,
la caricia de mi padre,
de la familia que elegimos
para vivir esta experiencia,
ellos siempre nos seguirán 
sosteniendo.
Siguen a nuestro lado
como ángeles guardianes,
silenciosos y atentos,
de cada estado
de nuestra existencia,
de cada paso y movimiento.
Creemos navegar solos
en el abismo de cronos,
pero siempre estamos acompañados
por aquellos que vibraron
con nosotros 
en el mismo instrumento.
Somos notas de música
ancestral en este 
magistral concierto.

© LOLA SÁNCHEZ





No hay comentarios:

Publicar un comentario