lunes, 23 de abril de 2018

IMPRONTAS QUE GERMINAN


Cuando la tristeza hacía presencia en las largas noches, recibía nuevas imágenes que atenuaban su malestar. Era como asomarse al interior del corazón ajeno y ver que aquellas improntas fotográficas estaban vivas en cada latido de su corazón.

A veces aquellos paisajes se combinaban con música celestial, que te drenaba todo lo negativo y sin darse uno cuenta hacía que tus maltrechas alas, se renovaran una vez más para danzar sobre nubes y estrellas, mostrando al niño que éramos, y que emerge para que el adulto camine con conciencia plena y no ande como muertos errantes.

Quiso hacer desaparecer aquellos regalos que un día recibió cuando más lo necesitaba. Sin embargo, no era consciente que todo lo que te hace sentir, que estamos aquí por un motivo, que nada es por casualidad. Aquellas cosas que le hicieron mejorar, la música y la fotografía sembraron semillas en la tierra de su alma.

Sin darse cuenta estaban germinando, porque cuando algo llega a tu vida de la mano del amor desinteresado, no se puede borrar, ni destruir. Permanece en un principio en la superficie de tu mente, que como una cebolla tiene capas y capas de ego. 

Esa impronta va calando en cada estrato como si de agua en una tierra permeable la fuese absorbiendo. Con lentitud y gracias al paso cíclico de las estaciones, toda tu mente se ha quedado empapada, llegando al núcleo primigenio, desde allí va bajando por la vía principal que nos lleva a nuestro corazón, umbral de nuestra propia esencia.

La persona que apareció en el momento adecuado, depositó entre las grietas de sus diástoles  y sístoles semillas de amor, señales que le llevaran a conectar con su yo supremo.
Por ese motivo nada se pierde, el explorador logra encontrar un verdadero tesoro al ser consciente que todo está conectado por una enorme red infinita.

© LOLA SÁNCHEZ






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