lunes, 2 de febrero de 2015

Día 2 de Febrero 2015. RETORNARON.



RETORNARON


Inmaculada miraba, el pequeño cofre donde guardaba sus secretos. Sobre todo uno, que jamás la dejó tranquila, ya que el amor que guarda en ese secreto era tan inmenso como el océano. En ese cofre había un libro de relatos dedicado a esa persona especial, que jamás olvidó, y un colgante de ojo de tigre que él tiró por impotencia y por rabia en su cara, porque él sabía que para ella significaba mucho. Aún recordaba la despedida, dolorosa y a la vez hermosa. Cada palabra de él era un cuchillo para hacerla reaccionar, para que actuara, pero él no veía la otra parte, el ponerse en el lugar de otros no era fácil, para nada. Y ver las cosas desde un punto de vista era fácil, pero ella era maestra en ponerse en la piel del prójimo, tanto, que había renunciado al amor de él... Una renuncia que sabía que era temporal, una renuncia que aparentaba que era por no amarlo, pero las apariencias engañan y no poco, y el amor incondicional es libertad, y ella lo amaba así, sin ataduras, y eso no lo entendía él. Mientras él se despedía diciéndole que la odiaba, palabras que sólo procedían de su ego, ella lo hacía con todo lo contrario, diciéndole y sintiendo que lo amaba más que nunca, porque ella también estuvo un tiempo en lucha y cuanto más lo negaba más lo amaba, y porque ella sabía que sólo el amor los podía liberar, del dolor de no poder estar juntos, y de la confusión, el amor era la solución a una situación de sufrimiento. Por eso sus caminos se separaron, pero todos los caminos llevan a Roma, todos, y los cruces suelen ser frecuentes, ella sentía que todo retornaría, y cuando eso sucediera lo amaría sin reservas, donde toda el agua de vida que llevaba en su alma se derramaría en él, ella sabía que eso sucedería, su corazón se lo decía cada noche, "Nada es en vano, nada se pierde,  lo que pudo ser y no fue, será ,ya que lo que se deseó con él alma y no se experimentó, el universo lo traerá de nuevo para que suceda", esa eran las palabras que escuchaba en el silencio. Inmaculada le mandaba cada día una lluvia de amor, con su mente, con su corazón, y pedía siempre lo mejor para él, respetando su evolución y  su forma.   Retornaron, en un nuevo verano, en un agosto donde el sol del atardecer los sorprendió a los dos en el mismo destino, en el mismo viaje. Coincidencias, no, casualidades, no, nada ocurre porque sí. Y él se acercó a ella y lo primero que vio fue el colgante "¡No, me lo puedo creer!" dijo él mirando aquel colgante que repudió y que ya no recordaba, y ella lo abrazó con toda su alma y él comenzó a besarle la cabeza. "Esto es increíble Inmaculada, tenías razón, mi vida, perdóname las palabras que te dije al despedirme, era impotencia, te deseaba tanto, deseaba tanto tenerte conmigo que me estaba matando en vida, y quise odiarte y maldita sea que no pude, y jamás pude olvidarte a pesar que te dije que lo haría" y ella lo miró " lo sé, amor, lo sé, pero eso se terminó, sabía que nos volveríamos a encontrar y ahora te lo entregaré todo, amor del alma, todo" y ambos se besaron como lo hacen dos estrellas que se buscan en el infinito, los besos del alma jamás se desvanecen, son lienzos multicolor, auroras boreales que se derraman como enormes cascadas por tu mente, tu cuerpo y por tu ser.





© LOLA SÁNCHEZ







No hay comentarios:

Publicar un comentario