martes, 10 de febrero de 2015

Día 9 de Febrero 2015. EL GUARDIÁN II.



EL GUARDIÁN II

Tras la partida de Julian, Diana, se quedó sin esperanzas de volverlo a ver en la vida. Encima se casaba al día siguiente, y todo su pensamiento estaba sólo en él, a penas conocía a su futuro marido, era amable y cariñoso con ella, pero no sentía por él lo que sentía por Julian. Y no podía huir, cómo hacerlo, sabía que él se había ido a la guerra. Se quedaría con el recuerdo de esos besos para el resto de su vida y continuaría su propio camino, intentaría enamorarse de su marido. Diana se casó, y a los pocos meses de contraer matrimonio, su esposo tuvo que unirse a la guerra, se había extendido por todo el norte y el rey reclamaba a todos sus nobles para el combate. Y ella sintió la partida de su esposo, que se había ganado un hueco en su corazón y más ahora que estaba esperando un hijo de él. Los meses pasaron y Diana dio a luz a una hermosa niña, y fue en aquellos días de suma felicidad ante su maternidad cuando recibió la fatídica noticia, su marido había caído en la batalla. El vacío y el dolor la inundaron, ahora la única que le daba fuerzas para seguir viviendo era su hija. Regresó con su familia, conservando todas las propiedades de su marido. Al poco tiempo de terminar la guerra, estando ella en casa de su padre, ante un banquete, llegaron nuevos invitados al castillo. Diana creyó morir cuando lo vio entrar por la puerta, Julian junto con otros caballeros, había sobrevivido. Todo lo que guardó como un tesoro en su alma volvió a la luz, el corazón le latía acelerado, las manos les sudaban y un hormigueo le recorría el estómago hasta el pecho, sobre todo cuando él la miró de arriba a bajo. Julian se había convertido en un noble, el rey lo había recompensado con tierras y un título nobiliario, lo hacía con sus mejores guerreros. En el banquete Diana, no dejaba de mirarlo, y él sólo le dirigía de vez en cuando una mirada fugaz, pero llena de una intensidad que quemaba. Entre la conversación que tenía con su padre, Diana creyó morir cuando se enteró que él se había prometido. Le cambió la cara, él supo al momento que ella no se encontraba bien. Se retiró del salón con la cara desencajada. Julian, se preocupó de inmediato por ella, y le preguntó a su padre por ella. Diana había salido al patio, detrás de la torre del homenaje había un pequeño jardín donde se quedó apoyada bajo un viejo árbol. Había luna llena, y al mirarla sus lágrimas brotaron, era injusto que ahora que lo volvía a ver, estuviera prometido estando ella disponible. "Mi señora" escuchó la voz de él llamándola, él estaba allí. "Julian...", intentó limpiarse las lágrimas de su rostro... "Aún lo amáis, ¿verdad?" él se acercó para observarla mejor, estaba como la recordaba hermosa como el mar. "No sé a que te refieres" esas palabras la delataron "Si no estáis llorando por vuestro difunto esposo no sé por qué lo hacéis" era increíble lo que la conocía, no había perdido su habilidad para leerle el rostro, ella estaba igual que aquel último día que la vio, fue como si el tiempo no hubiese pasado. Su rostro al mirarlo era de disgusto " Estoy bien  lord Julian,  no te preocupes se me pasará" ella le estaba mintiendo, "Entonces le diré que estoy prometido, y que en la próxima primavera contraigo matrimonio" su cara se transformó "No me importa nada Lord Julian, haga con su vida lo que le de la gana" se lo dijo casi gritando, descubriendo así que sus lágrimas eran por él. Ella quiso huir, pero él la detuvo sujetando su mano y la atrajo hacia su cuerpo para luego como hizo aquella última vez devorarle los labios. Y ella respondió a sus apasionados besos con todo su corazón. Se besaron como lo hacen los amantes que llevan siglos sin verse, ni sentirse, saboreándose muy despacio, y a la vez con una intensidad que los hacía arder. "Mi señora, ¿crees que la he olvidado?, me he enterado que habías enviudado hace a penas dos minutos, y sospeché que estabas indispuesta por ese motivo, y tu rostro me ha hablado y es por otro, no me equivoco nunca contigo, te conozco como a la palma de mi mano"   ella de nuevo lo miró con cara de preocupación " Tengo una hija..." el la abrazó "¿Y crees que es un inconveniente eso? Te amo Diana, nunca he dejado de amarte,y todo lo que sea tuyo es mío, lo amo como propio. Sabes han pasado muchas mujeres entre mis brazos, pero ninguna que me haga arrodillarme de amor, sólo tu consigues eso, ¿sabes cuantas veces te he soñado? En la batalla la única que me daba fuerzas eras tu . Romperé mi compromiso y te haré mi esposa, si tu me aceptas".Ella lo miró con un brillo muy especial "Yo tampoco he dejado de soñarte, y jamás he podido olvidarte, te dí por perdido, y al verte otra vez ha sido como si no hubiese pasado el tiempo, Julian, te amo con toda mi alma, y sí, acepto su proposición".


© LOLA SÁNCHEZ

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