sábado, 7 de febrero de 2015

Día 7 de Febrero de 2015. MORIR POR AMOR.



MORIR POR AMOR

Aquella madrugada volvió a despertarse, volvió a sentir su llamada como cada madrugada, no, no podía acudir, ambos habían decidido alejarse el uno del otro, y sin embargo ambos se seguían llamando desesperados en la distancia, como si la necesidad de sentirse aún no se hubiera ido, y no, no se había ido. Ella sentía como si su respiración se agotara, madre mía, y él había creído que no lo amaba. Su estado de ánimo le indicaba todo lo contrario, jamás amó a nadie como a él, y lo que le dolía era la impotencia de no haberle correspondido como se merecía, las circunstancias se lo impedía... Había llorado ríos de lágrimas por él, en silencio, a ocultas para que nadie la descubriera, y el dolor del pecho siempre estaba. Aquella madrugada fue como una muerte lenta y agónica, tan dura, era tan fácil acudir hasta él, tan fácil volver a mandarle un mensaje, diciéndole que no podía seguir así, que se moría de verdad, porque eso era lo que le estaba ocurriendo fenecía en vida, como una flor expuesta al abrasador sol, él la cuidaba, la hacía sentir única y bella. Él la enamoraba con su sola voz, con su protección, lo necesitaba como el agua, como a su propia sangre, pero él le había negado todo, y ahora ella comprendía lo que él sentía por ella, lo comprendía... Su ausencia era la misma muerte, porque él seguía vivo, presente en cada minuto de su vida, su nombre resonaba como un eco en su mente cada minuto, cada segundo, había perdido al gran amor de su vida, y por eso ella estaba condenada para el resto de su existencia, condenada a amarlo siempre sin tenerlo, condenada y sola, rodeada de gente y sin embargo vacía, sin él, perdida, sin él. Estaba pagando todos lo errores que había cometido, creía que lo olvidaría que se le pasaría el enamoramiento, y por eso lo rechazó muchas veces, tantas, que él le dio la espalda, y al hacerlo todo se le volvió en su contra, lo amaba y lo amaría para siempre y esa verdad la estaba matando día a día. Él se lo advirtió y no le escuchó, ahora agonizaba como un pez fuera del agua... Eso era morir teniendo el corazón aún latiendo, ahora tendría que asumir las consecuencias para el resto de sus días, que serían grises y tristes, lo que le ocurría era que se estaba muriendo por su amor.



© LOLA SÁNCHEZ





No hay comentarios:

Publicar un comentario