miércoles, 4 de febrero de 2015

Día 4 de Febrero de 2015. DOLOR EN EL CORAZÓN.



DOLOR EN EL CORAZÓN.


En su corazón un dolor que la partía por la mitad, la aislaba de la realidad. Jamás pensó que sentiría un dolor tan terrible, escuchar sus palabras al otro lado de la línea, su despedida, como era posible, había cometidos tantos errores, tantos. Le había pedido que lo olvidara como si eso fuera posible. ¿Se puede olvidar lo que es tuyo?, ¿lo que te pertenece más allá de la eternidad?, ¿se puede olvidar un espíritu afín?, ¿un ser que pertenece a tu familia del alma?; no, no se puede, aunque te lo propongas, y ella lo sabía. La impotencia se había apoderado de ella, pues no podía moverse de donde se encontraba, sólo deseaba que él volara hasta donde ella se encontraba para mirarlo a los ojos de nuevo, para sentirlo, abrazarlo y decirle que siempre lo amaría. Ella que se la daba de maestra, y que lo ayudó en su día dándole lecciones, resultó ser al revés con el tiempo, el que le estaba dando una gran lección era él, y el que la sanaba de sus errores era él, se había convertido en su hombre medicina, ni él ni ella eran consciente de esa realidad. El deseo de entregarse sin reservas a él lo guardaría para nuevos horizontes, ya que la situación era insostenible, por eso ese dolor en su pecho tan enorme como gritos de aves que rompen el  azul del cielo. Lo amaba con toda su alma, y no podía moverse, comprendía su despedida y su marcha, pues se había resistido a esa verdad, y ahora era demasiado tarde. Aún así ella tenía la capacidad de guardar bajo llave en el sótano de las moradas interiores ese amor, no, no podía dárselo a nadie como él le pidió, no, no podía entregar ese amor porque ese amor tenía dueño. Quedaría apartado para nuevos comienzos, nuevas etapas, o nuevas vidas, hasta que lo volviera a encontrar, hasta volver a coincidir en la rueda de la vida. Le hizo una promesa aquella noche de luna llena, esa donde él vio la luna llorar, esa donde ella lloró con Selene diciéndole que le entregaría todo cuando las circunstancias fueran favorables. Se condenaba de por vida a conservar un amor por ahora imposible, confiaría en el universo, y en sus guías que le gritaban que él siempre la vigilaría, la cuidaría en la distancia, como un guardián en celo, pues unas de sus misiones era protegerla, protegerla hasta de si misma, así la amaba, pues eran verdad las palabras que un día él le dijo: "Recuerda, como yo te amo nadie en esta tierra te amará".



© LOLA SÁNCHEZ

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